viernes, 13 de mayo de 2011

El hombre de la pipa



Por un momento, deseó que nada hubiese sido suyo nunca; que las visitas inesperadas y los momentos de entreguerras hubiesen sido de uno solo y no de dos. Esperó como nunca una respuesta celestial de alguien que nunca le había negado nada, hasta ese día.
La mecedora no dejaba de rechinar ni un solo momento, parecía que se quejaba, esa casa nunca había estado tan consternada como por aquel entonces. Los muebles lloraban de pena, y el ambiente era tenso, sádico por momentos. Esa pipa que tanto le había costado conseguir, parecía más un tren que juagaba a superarse más y más, queriendo ser el más rápido compitiendo contra el mismo viento y gritando en la medida que la cuerda de la bocina era bajada con rabia y  coraje, violentamente. En la pared, los cuadros amenazaban con caerse y se les podía divisar fácilmente con un daleo peculiar, ¿sería que querían hacer muestra de su extrañeza de esta manera tan curiosa?
El fuego intentaba calmar el ambiente con su calor, aliado fielmente a su color peculiar. Batallaba sus infiernos personales contra el mismísimo averno, donde Ares, muy disgustado e irritado, sucumbía ante la triste idea de caer derrotado ante uno de sus propios súbditos. Una llamarada de odio envolvió al rey de la oscuridad eterna, un halo de luz azul grisáceo y negro carbón que emergía cada vez que Ares mostraba sus cóleras tan severas y austeras
La espera se hacía cada vez más y más larga. Los minutos no dejaban de correr velozmente y la mecedora ya resudaba miedo al ver que era mecida con furia y rabia. A la pipa ya no le quedaba más tabaco que consumir, la cosa se ponía tensa y él no sabía qué hacer, pues nunca se había enfrentado a una clase de mal así. Siempre Había solucionado sus diferencias con Paula, pero ella, esta vez, se había puesto por delante y le había dado un ultimátum que había acabado en una huída. Él no dejaba de repetirse constantemente que volvería, que ella no era nadie sin él a su lado, que todo había acabado para una cosa pero había empezado para muchas otras, que sus pasiones no podían ser abandonadas así porque sí o que sus historias repletas de sonrisas y lágrimas de alegría no podían quedar en el olvido, ya que él, simplemente, se negaba a ello
Un ruido. La mecedora se para, queda quieta como si alguien hubiese dado al stop de un reproductor y hubiese parado ese momento clave. El de la pipa seca agudizó el oído. Acto seguido se levantó y esperó a que entrase quien quiera que fuese, pero esperanzado en que Paula hiciese acto de presencia y cruzase esa puerta. Tornaron el manillar, estaba a punto de darle un ataque al corazón y cuando quiso darse cuenta, sus ojos volvieron a encontrarse una vez más. Paula se rindió ante la evidencia del amor, y volvió.
No permitieron que el tiempo se escapase más, ya habían perdido bastante. Les bastaron unas centésimas de segundos para que cuerpos estuviesen entrelazados de manera cálida y simultánea y con el mismo sentimiento interno.
- Lo siento, te quiero.
- Nunca más, siempre estaré a tu lado. Solo tú.
Se querían demasiado.

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