miércoles, 10 de agosto de 2011

Jet Lag

Completamente distinta. Algo tan simple que puede atormentar la capacidad de concentración de una persona. Vives pendiente del teléfono, pensando constantemente qué es lo que estará haciendo en ese preciso momento, aguardando impaciente para volver a escuchar su voz.

Un lapso, descomunal e impreciso, pero al fin y al cabo un lapso. Concentración de imágenes golpeando cada parte de tu cerebro, haciendo que la capacidad de recordar automatice tu juicio y ponga baches en tu sentido común. ¿Por qué fue tan repentino todo? Hace tan solo unos días disfrutaba de tu compañía, de tu asombro ante mis bufonadas y las intrépidas metas imposibles que nos gustaba olvidar o darlas por utopías, pero que hacíamos nuestras de ipso facto. Era bonito pensar que nada más que nosotros pertenecíamos a ese mundo, un mundo irreal para todos, pero que gozaba de lucidez para ambos, porque no nos importaba nada más que jugar a las antípodas. Quién nos iba a decir que ahora tendríamos que sufrir este calvario…

Puedo escuchar claramente tu voz, en este preciso momento me das los buenos días. Miras mi rostro plasmado en un marco, color marrón y algún que otro reborde dorado; sé de buena tinta que siempre tuviste buen gusto, pero ese marco fue especial para ti, para mí, porque me regalaste tu manera de ser con él y me permitiste la oportunidad de pertenecer a ese buen gusto tuyo sin interponerme en tus juicios.

El ordenador está encendido. Tu foto resplandece una noche más en el fondo de escritorio, y yo, nuevamente, mientras te recorro en cada pulgada de la pantalla, te doy las buenas noches. Es curioso pensarlo, pero no consigo adaptarme a que me des los buenos días y comiences un nuevo día, cuando yo estoy despidiendo el mío, cuando aquí es medianoche. Haces que no quiera vivir en esta ciudad, ¿por qué? Sé que no quieres que me aflija, pero no lo puedo remediar. Sales de mi cabeza y te puedo ver tumbada en la cama conmigo, aunque hace un par de días que asumí que estaba solo, y sigues apareciendo en cada sueño; interpreto que no quieres que me olvide de ti, pero sabes de sobra que eso nunca sería posible, no al menos por mi parte.

Amanezco en tu extinción, despierto a tu anochecer. Una mañana más desapareces con el alba y dejas de escoltar mis sueños. Y al darte los buenos días, el crepúsculo matutino me hace daño, y me vuelve a doler el pecho… mi corazón sigue desorientado.

Intento afrontar el día lo más ocupado posible, todo para que no rondes en mi cabeza. No es que no quiera que estés en ella, sino que me desconciertas por momentos. Recuerdo el día en que pactamos que la telepatía sería nuestra forma de comunicarnos en la distancia, cómo me gustaría en estos momentos romper ese pacto, no permites que me concentre en mi trabajo. Cuando regreses, no creas que vas a librarte de la bronca. Me lo prometiste, me prometiste que solo me interrumpirías en sueños para que nadie, ni siquiera las víboras, pudiesen robar lo que por ley es tuyo, el territorio que marcaste hace años la primera vez que te vi, la primera vez que cruzamos nuestras miradas y que supe que eras tú a la que quería tener a mi lado para siempre.

Me dispongo a girar la manecilla una vez más, pero esta vez quiero girarla a cuando te tenía. Reniego de pensar que una noche más no será así. Cuando entraba en casa y te veía acercarte, porque ni siquiera un día de trabajo podíamos soportar sin estar juntos... Cierro los ojos, me parece verte de espaldas y el olor de tu champú roza con mi nariz. La locura vence ante la cordura y yo ya creo perder la cabeza, no podía imaginar en vida que el amor llegase a estos extremos, al menos a mi persona.

Te giras. Me escuecen los ojos y mi cabeza no da más de sí. ¿Eres tú?
-          -     Buenos días.
Ya no tengo que preguntarme más qué hora es allí, dónde estás. De nuevo me das los buenos días, cuando es mi medianoche. 

                                           ~ Este jet lag ha podido con los dos ~

1 comentario:

  1. Sinceranente, la idea no es mala, pero la cuentas de tal manera que los sentimientos del protagonista se pierden en el abuso de la formalidad de las palabras. Un texto debe llegar al corazon, no al fondo del diccionario. En la palabras coloquiales, muchas veces hay mas sentimientos, ppr eso miguel hernandez llega mas al corazon q gongora.

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